LA SUTIL NATURALEZA DEL CAMBIO (BEHIND THE SCENES I/III)

Ya sabéis que, con la edad, una se centra en lo que sabe que se le da bien y deja de hacer experimentos con aquello que, si hubiera hecho aquello o seguido con lo otro, quizás ahora sería lo mío.
Y así, con la seguridad bajo al brazo, se experimenta una gran calma, que la lleva a una a atreverse a todo. Por eso asciende, confiada, y de un modo figurado, por aquella escalera que se eleva hacia el cielo, ¿por qué no?. Cuando se haya a gran altura, con las nubes meciéndole los cabellos, surgen, incipientes, las primeras dudas de si será tan sencillo iniciar el descenso.

Así me ha pasado a mí hace unos días cuando, segura de ser una «buena comunicadora de lo auténtico e imperfecto», (sin esos dos maravillosos adjetivos que son mi salvavidas, nada de nada), acepté el reto de hacer una breve charla motivacional sobre el cambio, encabezando las distintas ponencias de un evento que iba a celebrarse al cabo de un mes.
Señalo lo de Breve y Motivacional, porque fueron precisamente estos adjetivos que acompañaban a la palabra Cambio, los que crearon en mi un repentino vahído, mientras respiraba la brisa límpida proporcionada por la altura. Justo entonces tuve un especie de vértigo y sentí que una ráfaga de aire azotaba mi espalda: ¿cómo podría ser capaz de hablar sin hacer jugar a la audiencia, (mi talismán contra la vergüenza), pues no habría tiempo?¿cómo podría hablar de algo tan filosófico sin caer en estereotipos o en palabras usadas y gastadas? En definitiva, ¿cómo podría salir airosa de aquel lío en el que me había metido, como siempre?

La temática estuvo revoloteando en mi cabeza durante semanas, pero no me atreví a escribir nada por miedo a confirmar algo doloroso: que no había nada interesante en mi cabeza para compartir. Pasaron lo días y el tiempo comenzó a apremiar. Y un viernes como hoy, donde se anularon las reuniones y me quedé desnuda de excusas, no tuve más remedio que coger de la impresora un folio en blanco y empezar a bosquejar el dibujo de mi charla.

Este ha sido el resultado.

Lo compartiré en tres entregas. Por un lado, para darme un capricho, (como diría la voz la susurrante de Lady Whistledown de la serie los Bridgerton), y por otro, para regalarles, por fin, a las palabras, el tiempo que se merecen.

Primera parte:

LA SUTIL NATURALEZA DEL CAMBIO

Hay dos frases que quizás sirvan para introducir el concepto de que el cambio está implícito en nuestra condición, y que es el principio y fin de todo.

La vida cambia contínuamente, aunque los cambios pasen inadvertidos

No digo que vivamos ajenos al cambio, pero lo tenemos tan interiorizado, que a veces ni siquiera nos damos cuenta de que está ahí:

  • Caminamos cada día por un suelo que, imperceptiblemente, se va moviendo, girando alrededor del sol. Se suceden los días y las noches, los meses, las estaciones… Pensad que hace bien poco estábamos en Navidad y, fijáos, ¡ya casi es verano!
  • Nos vamos haciendo mayores y, sin embargo, cuando nos reencontramos con alguien que hace tiempo que no vemos, pensamos para nuestros adentros: para esta persona sí que se nota que ha pasado el tiempo… ¡yo me conservo mucho mejor!
  • En el mundo laboral, también vamos cambiando: progresamos en la empresa, aceptamos nuevos retos, vienen y van compañeros, y a veces eres tú quien se marcha…Y un día descubres, como yo, que en lugar de ser el husky que tira del trineo y motiva a los demás para que las cosas pasen, eres más bien la sabia de la tribu, a quien todos piden consejo para luego hacer la suya.
A veces no pasa nada, y de repente, todo cambia. Otras, todo cambia para mantenerse (casi) igual

Recojo un par de citas que el otro día me hicieron pensar, y las transcribo aquí, aunque hay muchísimas más…

  • “La juventud de hoy ama el lujo. Es mal educada, desprecia la autoridad, no respeta a sus mayores, y chismorrea cuando debería trabajar…”

Sócrates, Filósofo, alrededor de 410 a.c.

  • “Rara vez pasan cinco años sin que se publique un libro o panfleto que pretenda demostrar que la riqueza de la nación está decayendo rápidamente, el número de habitantes del país está disminuyendo, la agricultura está siendo abandonada, la manufactura va en decadencia y el comercio está deshecho”

Adam Smith, Economista, alrededor de 1760

¿Verdad que son reflexiones muy contemporáneas? Supongo que, como ahora, como yo, como nosotros, ellos también percibían cambios, que escapaban de su control o bien ya no les interesaban en absoluto. Y también quizás el hecho de que estas afirmaciones no pasen por alto para mí significa que llevo ya un largo recorrido de la vida, y me entran, como a ellos, ganas de filosofar. No puedo evitar echar la vista hacia atrás, lo cual (creo), no estarán haciendo los que me suceden. Y así ha de ser.

Ahora voy a meterme en un jardín, el de la Evolución Humana, e intentaré transmitiros lo que me quedó de un Podcast radiofónico que escuché hace unos meses. En él, Juan Luis Arsuaga, Doctor en Paleontología, conversaba sobre los secretos de la evolución humana con Julia Otero:

El Doctor Arsuaga hablaba de la extinción de los dinosauros, que literalmente murieron de hambre, después de la “larga noche fría”, como él decía, que sucedió después del impacto de un gigantesco meteorito. Este hecho fortuito se convirtió en una ventaja inesperada en la lucha por la supervivencia para aquellos “animales nocturnos y pequeños como un gato” que se escondían de los dinosaurios, entre los que se encontraban nuestros antecesores.

Al hilo del meteorito explicó dos teorías sobre el cambio:

  • La primera es la del Cisne Negro, que habla de un factor o elemento aparentemente insignificante pero impredecible que, de repente, produce un cambio global. Él ponía de ejemplo el meteorito, y a nosotros nos viene directamente a la cabeza el pequeño, impredecible y letal virus COVID-19. Según esta teoría, la sociedad viviría épocas de estabilidad prolongadas, alternadas por crisis desencadenadas por un elemento distorsionador, del que saldría un mundo nuevo. En ello estamos, adaptándonos a esta nueva realidad, ¿o no?
  • La segunda es la teoría de la Repetición, (o de la inevitabilidad, como decía Julia Otero), que dice que, pase lo que pase, a la larga, todo se acaba repitiendo. En la radio, Arsuaga ponía el ejemplo de un animal, el delfín, y explicaba lo asombrosamente parecido que es este cetáceo, a grandes rasgos, con el ictiosaurio, un reptil extinguido del Jurásico, (podéis mirar en google la pinta que tiene). Y sucede con muchos animales más. El modelo dice que la evolución hace que el diseño, lo esencial, acabe convergiendo. Todo se repite, pues. Y en este caso, a nosotros se nos va la mirada hacia Ucrania, donde, en pleno siglo XXI, vuelven a sucederse escenas dantescas que creíamos haber desterrado en el siglo pasado en Europa.

Estas son dos teorías entre las que aún hoy se debaten las Ciencias Históricas. Aunque estemos pensando aún hacia cuál de estos modelos evolutivos nos decantamos, (ahora que justo lo estamos aposentando en nuestra mente), lo que sí que queda claro es que el cambio es inherente a nuestras vidas desde el inicio de los tiempos, aunque no lo percibamos, ocupados como estamos, en algo realmente importante: vivir. 

MI EXPERIENCIA EN 3 LÍNEAS:

EL DESAFÍO

Atreverse a surfear el cambio, sin miedo a darse un revolcón cuando llegue la ola.

EL LOGRO

No dejar de ilusionarse en cada etapa vital. Es la clave para sentirse «forever young» 

EL APRENDIZAJE

No intentar ser lo que ya no se es. Fingir contínuamente debe cansar mucho.

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