DESENCHUFADO VERANIEGO

Si tienes la radio encendida, aunque esté a un volumen muy bajito, por aquello de no sentirse solo, si yo me subo al coche, enseguida te pediré si puedes apagarla, porque soy incapaz de oír sin escuchar lo que dicen.

Antes no lo sabía, pero ahora ya sé por qué me sucede. Desde que descubrí que mi sistema nervioso es más permeable, más fino o sensible que la media, ya sé que tengo que conseguir que apaguen la radio porque si no me acabará agobiando. 

Por esa misma razón, para reducir los estímulos al máximo, cada verano practico una especie de ‘desenchufado’,  que me devuelve a lo básico, me calma y me reilusiona de nuevo.

Voy a compartir mi viaje por si alguna o alguno siente lo mismo o parecido. Va bien saber que no solamente eres tú, sino que somos unos cuantos.

A un metro del suelo y sin vértigo alguno

El mío es un viaje que me eleva a un metro del suelo, me hace sobrevolar las preocupaciones diarias, que se acaban difuminando. Aquellos ‘tengo que hacer’ o ‘llego tarde’ o ‘me apuntaré esto para acordarme mañana’, aquellas interminables listas, donde siempre quedan un par de líneas que se arrastran sin tachar…

De la mano de Peter Pan, sobrevolando Londres

Este viaje me lleva a acompañar las vidas de los personajes de los libros que leo, y como no tengo nada más en lo que fijar mi atención, ya sabéis, esa activa atención que me caracteriza, no solamente les doy la mano como Wendy a Peter Pan, sino que  imagino su entorno y a mí dentro, como si por un momento, tuviera la oportunidad de formar parte de la historia, de unas vidas ajenas que nunca me hubiera planteado como posibles. Esa lectura intensa hasta el final me provoca efectos secundarios, como cuando acabas de ver una buena peli y quieres saber las opiniones de los críticos para confirmar que lo que has visto es extraordinario, y por eso al terminar, me zambullo en los mares de Google para buscar o bien qué fue de las generaciones posteriores que sobrevivieron al protagonista, o qué libros escribió después esta fascinante autora, o si no, quién fue la persona real en la que se basó la historia. Y Google me llevará, impertérrito, a otro libro o a una película, y si llego a tiempo antes de que me engulla septiembre, las degustaré como una exploradora.

Eres la chica de ayer, jugando con las flores, en mi jardín

Este viaje me lleva a dormir sin demasiados sobresaltos y con muchos sueños, en los que puedo reencontrarme con mi padre, mis abuelos, mi casa de pequeña, no como la veo ahora sino como la percibía entonces, en un ayer, hoy y siempre, y aunque ya en el mismo sueño sé que no es realidad, me dejo llevar, porque siempre es bonito volver, aunque sea de forma borrosa e indolora, a momentos que ya había olvidado. Y me despierto sin la necesidad imperiosa de mirar el mail, el móvil, aquellos los mensajes por contestar que urgen o que no sé cómo contestar, que me cuestan…y que sé que lo hacen al darme cuenta de que he empezado a sudar. ¡Ay, el cuerpo, cuántas señales nos da y que no atendemos!…

Redescubriendo mis cinco sentidos

Los éxitos del viaje, aquellas fotos que al hacerlas quiero guardar en la retina, son las sorpresas que normalmente negamos a los sentidos: contemplar una puesta de sol o un arcoíris en el horizonte, descubrir la luz tenue que irradia la luna llena , oír el sonido del agua al desplomarse en una cascada, sentir los granos de arena bajo los pies morenos por el sol, adormecernos con el murmullo de la paloma o con el concierto de chicharras a la hora de la siesta. Y guardamos también sabores y olores, como el de la fantástica paella con amigos,  un exótico manjar de tierras lejanas, pero también el olor a loción solar, a gorro de paja o a brisa marina. La mayoría de estos estímulos a los sentidos estaban ya aquí, pero no teníamos tiempo para atenderlos.

Sin estrecheces y en la gloria

Este viaje es volver a una misma,  a lo esencial, parar y detenerse a sentir, dejar de ambicionar lo que no tienes, ni aparentar quien no eres. El verano es  liberarse: dejar el sujetador y los zapatos que aprietan, llegar al mediodía sin maquillaje , dejar que el viento juegue con nuestra amplia ropa. Y viajar también es darse un gusto o pasar de todo, es no hablar, incluso, si no te apetece. Es acurrucarte en un rincón aireado donde leer o aburrirte, o mirar a los que pasan. Es, finalmente, permitirse vagabundear o explorar, dejar por un rato la autopista, las líneas rectas, los contratos, los destinos, el objetivo, la rutina, la dieta…

Volver, volver, voooolver

Ya casi estamos en  septiembre, la vuelta, y dejaremos de ver espacios abiertos para volver a la letra pequeña, que cada día cuesta más de leer; nos volverán a zumbar los oídos con aquellas voz que nos tocará aguantar, y llenaremos de nuevo el paladar con la insulsa lechuga iceberg del menú diario; dejaremos de tocar y ensuciarnos de arena y tierra, para volver a pulsar el botón del ascensor que llega tarde, y cerraremos hasta el año que viene el frasco de perfume del verano, para reencontrarnos con el asfalto al salir a la calle. 

Pero no importa, porque algo queda del reencuentro con nosotros mismos. La Ilusión, la Esperanza, la Determinación, en mi caso. Ellas me llevarán en volandas para afrontar con más distancia lo que tenga que venir, y me darán la fuerza suficiente para tomar aquella decisión que lleva tiempo pendiente.

¡Bienvenidas, aventuras en el horizonte!

 

MI EXPERIENCIA EN 3 LÍNEAS:

EL DESAFÍO

Aprender a despegarse de lo que (creemos) nos hace ‘importantes’ durante el año

EL LOGRO

Aprender a convivir con el agosto en blanco del autónomo

EL APRENDIZAJE

Volver a lo esencial nos inspira a emprender nuevas aventuras 

1 Comentario
  • Kim Muntane
    Publicado a 09:24h, 01 septiembre Responder

    Lo preciado es escaso, como tus escritos. Transformar las palabras en sensaciones. El año debería tener más de un agosto para transformar ese «mes en blanco» en la creatividad y expresividad que nos muestras. Para leerlo y interpretarlo, nosotros pondremos los septiembres.

PUBLICAR UN COMENTARIO