Si se puede (en seis sesiones)

Cuántos de nosotros llevamos años trabajando en lo mismo, cobrando felizmente a final de mes, disfrutando de cierta estabilidad, aburriéndonos un poco, todo sea dicho de paso, y albergando en nuestro interior una idea bastante concreta del proyecto que nos gustaría desarrollar. Sin embargo, ese pensamiento lo contemplamos entre ideal y lejano, y por eso, normalmente acabamos diciendo: quizás para más adelante… ¿Y si tu idea de negocio fuera más factible de lo que crees?, entonces, ¿la llevarías a cabo?…

Exactamente en esa tesitura se hallaba la pareja con la que trabajé en mi último proyecto: compartían un negocio que les proporcionaba una estabilidad de ingresos y, por tanto, un relativo bienestar económico. En ese contexto, hacía un año que habían vuelto su mirada no hacia lo que habían conseguido, sino en lo que aún les faltaba para ser más felices. Por ello, empezaron a construir entre conversaciones triviales una idea, a la que fueron dando forma mentalmente: querían reconvertir su negocio en algo que estuviera más cerca de sus aficiones y que además les permitiera pasar más tiempo con la familia.

Como pensar no implica actuar, lo hicieron y mucho, pero no se decidían a concretar un plan de acción: estamos tan ocupados, que no podemos dedicarnos a ello. Además, no sabemos por dónde empezar. Quizás para más adelante… Alguien les habló de mí y nos pusimos en contacto. Ahora parece casi imposible, pero logramos en seis sesiones tener casi todo dispuesto para emprender la aventura…

¿Cómo convertir una idea de negocio en algo factible? Estos fueron nuestros pasos…

1)      Analizar las verdaderas expectativas de cada socio: reflexionamos sobre cuáles eran sus objetivos, no solamente a nivel profesional sino también en el plano personal, y también hasta qué punto necesitaban ser cubiertos. Así descubrimos que antes de empezar a planear el nuevo negocio, necesitábamos resolver un par de cuestiones clave. De no haberlas sabido antes, el desarrollo del proyecto se hubiera resentido.

2)      Verificar el talento innato de cada socio: priorizamos cuáles eran las áreas de experiencia de cada uno, cuáles eran las que había que profundizar mediante asesoría y formación y en cuáles iban a necesitar ayuda externa. Así averiguamos que eran perfiles muy complementarios y que con un poco de ayuda para aumentar la seguridad de uno y mejorar la gestión de expectativas en el otro, podían ser capaces de llevar a cabo con éxito el reto que íbamos a empezar a detallar.

3)      Enumerar y tipificar con qué recursos contaban y los que necesitaban: hicimos una lista exhaustiva con recursos de todo tipo. Así llegamos a la conclusión que, aunque la inversión no parecía ser un problema, si podría serlo el desconocimiento de los parámetros del mercado al que iban a apuntar: ¡había que analizar bien a la competencia!

4)      Maximizar los ingresos de la actividad actual: empezar de cero en otro negocio iba a suponer enfrentarse a un riesgo financiero que había que sobrellevar, así que antes de empezar con aquél, estudiaríamos fórmulas para ofrecer nuevos servicios que pudieran monetizar rápidamente. Es extraordinario lo creativos que podemos ser en el entorno adecuado, ¡salieron un par de servicios muy interesantes de aquel brainstorming!

5)      Dibujar el entramado del negocio futuro: para ello usamos una herramienta muy potente y sencilla a la vez, el Business Canvas, que nos permitió dibujar en una sola hoja todos los puntos clave para iniciar con éxito la primera fase del futuro negocio. En él, describimos a los Clientes a los que nos dirigiríamos y cómo nos relacionaríamos con ellos. Definimos el Beneficio que les íbamos a ofrecer y las fórmulas para llegar a ellos. Después enumeramos las posibles fuentes de Ingresos. Apuntamos también los Recursos necesarios, los Propios y los que habría que contratar a Colaboradores y, finalmente, calculamos los Costes de toda aquella exhaustiva lista de Actividades a desarrollar.

Lo increíble de todo ello fue que, en medio de aquel periodo de febril concentración, se fueron abriendo las puertas que antes permanecían cerradas, empezaron a aparecer colaboradores donde antes no los había y casi sin apenas forzarlo, el proyecto futuro se fue convirtiendo en un proyecto factible. Cuando los socios alzaron la cabeza y se dieron cuenta de lo que había sucedido, quedaron asombrados, ilusionados y, por qué no decirlo, también un poco asustados…¡ahora  había que atreverse a llevarlo a cabo!…

 

 

 

MI EXPERIENCIA EN 3 LINEAS:

EL DESAFÍO:

Ser capaz de ayudar a dos personas que tienen una idea bastante concreta, aunque poco conocimiento y bastante inseguridad, y concretarla en el embrión de un proyecto en solo 6 sesiones.

EL LOGRO:

Construir conjuntamente con el cliente no solamente las bases de un proyecto vital sino que, al mismo tiempo, ayudar a desbloquear algunas cuestiones invisibles que hubieran podido interponerse en el desarrollo del mismo.

EL APRENDIZAJE:

El verdadero emprendedor es el que es capaz de dejar su zona de confort, arriesga su bienestar y se atreve a desarrollar una idea para convertirla en un proyecto real.

 

Cristina García-Masachs  –  CEO Softlanding

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